Somos lo que exploramos, lo que experimentamos y vivimos. Pero también lo que contamos.
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OCUMARE

No es una novedad, y creo haberlo comentado en otras ocasiones que una de mis pasiones es pasear por la ciudad…. es sin duda la mejor manera de absorber lo mejor de cada lugar que uno visita y sobre todo de ver y descubrir lo mejor y las pequeñas cosas que ese lugar esconde.
Tampoco creo que a estas alturas sea una novedad mi pasión por el chocolate….. Cuando vi a Alfred Molina en Chocolat retozando en el escaparate de la chocolatería entre todos los bombones y pasteles, en un momento de locura desesperada, me sentí plenamente identificado con él y con ese momento.
Pero el colmo ya es que estas dos pasiones se den a la vez…. y esto es algo que me pasó en Sevilla.

Dar con Ocumare no es fácil…. hay que callejear y a la vez tener claro su exacta ubicación. Una vez que se llega te encuentras con un ambiente totalmente diferente a la imagen que uno tiene de una chocolatería tradicional. Un ambiente moderno y minimalista, diseñado de una forma exquisita y al detalle…. pero sin aditivos ni colorantes… hasta los aseos reflejan la limpieza y el detalle adecuado para proporcionar una estancia tranquila, agradable y libre de detalles que te aparten de lo fundamental…. el cacao.

Cuando entras lo primero que ves es a Marcelo…. un encanto de chaval con una sonrisa maravillosa que a mí…. personalmente me encandiló. El se encargará de acomodarte mientras llega Jose Ramón….. el alma de Ocumare…. y me atrevo a decir el alma del cacao. Y es que no he conocido a nadie que sepa transmitir de forma tan rotunda lo que implica la degustación de un buen chocolate frío, como el bien dice que hay que tomarlo…. igual que los antiguos indígenas.
De aspecto, mitad jipy-trasnochao, mitad alquimista… con un brillo especial en unos ojos viajeros y claros disimulados por unas modernas gafas Jose Ramón no te deja indiferente cuando empieza a hablar y a explicar su filosofía del chocolate…. en una búsqueda infinita de la calidad de la materia prima, viaja a los lugares de origen del cultivo del cacao y es allí de donde extrae todo el alma, y el sacrificio que implica el cultivo de algo tan delicado… aprendiendo a saber diferenciar los diferentes frutos de cada lugar… el por qué de los sabores que desprende, los aromas, la esencia y sobre todo la tierra que se presiente al meter una cuchara en la boca de una crema que se deshace en el paladar y explota los sentidos hasta llegar a la espina dorsal… provocando un espasmo que te recorre todo el cuerpo tensionando hasta el más minúsculo de los músculos y erizando cada vello de tu cuerpo…. no es lo más parecido al orgasmo sexual….. es un puto orgasmo en sí….. y como en todo orgasmo uno siempre desea repetir.

Esto que cuento puede parecer exagerado…. pero hay testigos que pueden confirmar el reflejo de mi cara y mi mirada en el momento de probar tan delicada esencia.

Solo pude ir dos veces pero me hubiese gustado ir una vez más…. seguir disfrutando de la conversación de Jose Ramón, aunque solo hubiésemos hablado del «rejoneo», que como el decía… «es un poco menos sangriento que la corrida de toros»….
y vamos…. el colmo hubiese sido poder entrar en su cocina y ver como manipula el cacao y como elabora ese chocolate frío. Ser testigo del milagro que entraña sacarle el mayor partido posible a un fruto tan legendario y antiguo.

Como naturalmente pienso volver a Sevilla, Ocumare estará entre las visitas obligadas…. e invito a los que leéis esto a no perder la ocasión de pasaros por allí si vais a Sevilla…. A los lugareños deciros que os paséis por allí de vez en cuando y recordéis los momentos compartidos.

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