Parece que estamos impulsados a no parar en un viaje que nos lleva y nos trae, siempre guiados por los buenos deseos de personas que conectan con lo más puro y certero que uno puede esperar en esta vida. Amor. Los caminos para llegar son infinitos y nunca sabes por qué llegaste a través de ellos, cuando fue el detonante que provocó la química necesaria para decidir que allí había un nodo, un punto de unión único e intransferible. Uno se limita a seguir y no por inercia… sino por curiosidad infinita, sabiendo que al final siempre hay una historia que recordar y contar si es necesario. Uno sigue pero también ha de saber como se vuelve, porque en el punto de origen siempre reside la raíz, el funts, el sustrato que conforma el verdadero universo que te define y te muestra a los demás cómo realmente eres. Esa transparencia te debe hacer grande, necesario, generoso… y sobre todo te debe llevar a recoger lo mejor de los demás para no perder nunca el norte cada vez que coges la carretera.
Con este último fin de semana en Madrid podría poner fin al verano.. pero he decidido que no. Unamos la luz y el calor de cada estación, el intenso verano, el otoño cálido y recogido, el sol de invierno, la luz y la fuerza de la primavera… hagamos una larga trenza con todas las historias y encuentros con aquellas personas que se unen en nuestro largo camino y pasan a formar parte de nuestra vida, del amor compartido, de la ilusión por seguir. El camino es largo… pero se hace bien acompañado.