Somos lo que exploramos, lo que experimentamos y vivimos. Pero también lo que contamos.
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El camino de vuelta

Cuando uno siente que el tiempo se le escapa con la decepción de no poder pararlo y no poder atrapar los momentos más increibles en lo más profundo… solo nos queda el camino de vuelta para coger esos momentos, atraparlos y guardarlos para recordarlos con detenimiento, y sentir que el balance mereció tanto que jamás se olvidará. Y siempre ya pensando en el siguente encuentro, deseado y descontando los días para que se vuelva a producir lo que más deseamos: sentirnos vivos y llevar al límte de los sentidos nuestra propia vida.
Por eso los viajes de vuelta pasan por espesas horas donde la mirada se pierde en el infinito, los pensamientos agitan el estómago y uno no tiene realmente claro si desea llegar a casa.
EL viaje de vuelta nos pone en perspectiva suficiente como para tomar a veces decisiones que harán que la vida al llegar a casa ya no sea igual que antes de la partida. Lo que ocurre en ese intervalo de tiempo, aunque sea un solo fin de semana, puede marcar el devenir del resto de nuestros días, o sin más, el simple y apetecible hecho de desconectar lo suficiente como para pensar que un pequeño paréntesis bien vale la pena.
Este finde en Madrid estuvo bien… a mi no me defraudó porque Madrid nunca me defrauda.. me da lo que le pido y no aspiro a mucho más. Me sirve para sentirme como decía antes un poco más vivo.
Espero que los viajes de vuelta y los balances de cada uno, los que partieron y los que se quedaron, sean lo suficientemente alentadores como para tener la esperanza de que todo lo que ha pasado, sin duda provocará un vuelco novedoso e inesperado que repercuta en las relaciones y en los sentimientos.
Yo me vuelvo con mis deberes hechos, algunas preguntas pendientes y conversaciones en la recámara que solo llegan cuando uno está preparado para tenerlas. Como siempre soy paciente.

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